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Por qué está de moda subir cerros en grupos solo de mujeres

Las guías de @Pumpalcerro y @Mujeresalcerro, y una sicóloga deportiva nos cuentan las razones

¿Por qué está de moda subir cerros en grupos solo de mujeres?

Los fines de semana seguro has visto a alguna amiga o familiar postear orgullosa sus fotos en la cumbre de algún cerro de Santiago, como el Manquehuito, el cerro Del Medio o el Cerro El Carbón. La mayoría son primerizas en el mundo outdoor, pero se entusiasman con la experiencia de hacer trekking en compañía solo de mujeres y los grupos que ofrecen estas salidas van en aumento.

Bien lo sabe Francisca González, fundadora de @Mujeresalcerro, quien inició su proyecto en 2019: “Yo subía cerros hace tiempo y nunca me topaba con mujeres. Tenía ganas de cambiar eso, pensé en que quizás les daba miedo ir solas y si yo las acompañaba y entusiasmaba, estaba segura de que les iba a gustar. Hice la prueba un día de invitar a mis seguidoras de mi Instagram (@frangibar) a subir el cerro y llegaron 30. La necesidad y el interés estaba, lo que no había era el espacio”, comenta.

El perfil de las mujeres que participan en estos grupos es entre 30 y 60 años, y muchas no han subido nunca, pero se atrevieron y les gustó.

“La experiencia de subir cerros entre mujeres es muy distinta a subir en grupos mixtos. Entre mujeres se da otra dinámica, hay otra energía. No llevamos ni niños, ni mascotas ni hombres, porque quiero que sea un momento para ellas, que se regalen 3 horas para ellas, para conocer a otras mujeres, olvidarse de la casa, de los niños, el marido, de todo”, explica Francisca. y argumenta: “Muchas tienen sus amigas de colegio, sus amigas de carrete, pero aquí conocerás a tus amigas de cerro”.

Otro grupo que organiza salidas de trekking desde finales de 2020 es @pumpalcerro. “Queríamos que fuese un espacio de confianza y apoyo mutuo en plena pandemia, que fuese un ambiente seguro donde todas pudiesen compartir sus experiencias de vida y desafiarse a sí mismas, pero sin sentir presión extrema. Parte de la sororidad, ser un apoyo emocional y fomentar el empoderamiento femenino a través de la naturaleza, centrándonos en proteger, conservar y cuidar”, cuenta María Isabel Astorga, conocida como Michi, una de sus fundadoras.

Michi coincide con Francisca en el perfil de quienes participan en estos grupos: “La mayoría nunca ha realizado trekking y buscan experiencias en la naturaleza que les permitan desconectarse de su rutina diaria y conectarse consigo misma junto con otras mujeres con intereses similares. Comienzan con nosotras por temor a hacerlo solas, porque no tienen con quien realizar trekking y desconocen las rutas y cómo hacerlo de forma segura”.

Es así como se corre la voz, sobre todo en redes sociales y esta tendencia sigue creciendo. Además del interés femenino, Santiago es una ciudad rodeada de cerros, por lo que hay varias rutas cercanas para explorar. “Viviendo en plena ciudad, a veces ni siquiera miramos nuestra cordillera, que es una de las más lindas del mundo. Además, Santiago cuenta con varios cerros isla, así que la invitación es a conocerla y atreverse”, concluye Francisca González, la pionera en llevar “mujeres al cerro”.

Impacto sicológico

El trekking en grupos solo de mujeres es una práctica muy cargada de significado, no solo en el ámbito deportivo y físico, sino que también en factores de seguridad, socialización, empoderamiento femenino y bienestar psicológico, que juegan un rol muy importante”, explica la psicóloga deportiva, Pía Shwortshik.

La profesional explica que las mujeres tienden a ser mucho más cautelosas en las actividades al aire libre, como subir cerros o salir a correr, por riesgos potenciales, lo que va de la mano del estrés y ansiedad, por lo que hacer actividades en grupo aumenta la sensación de protección.

“Además, el sentido de comunidad y sororidad ayuda a que muchas mujeres encuentren en estos grupos la oportunidad de fortalecer sus lazos sociales y salir de la rutina. Y algunas no se sentirían tan cómodas con hombres. La tendencia, por el lado deportivo, también se potencia al existir más referentes deportivos femeninos y las mujeres sienten que ellas también pueden hacerlo. Además, se sabe que la actividad física también entrega beneficios sicológicos. Subir un cerro el fin de semana genera sensación de bienestar durante toda la semana”, dice la psicóloga.

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La labor patrimonial de los arrieros en el montañismo

Si hablamos de arriero, la mayoría imagina a un hombre a caballo en medio de montañas trasladando de lugar al ganado, o a quienes encontraron la momia del niño en el cerro El Plomo en la cordillera de Los Andes centrales en el año 1954.

Pero los arrieros hoy también juegan un papel clave en el turismo de montaña, guiando expediciones para que los montañistas lleguen a las altas cumbres con éxito, porque conocen de memoria el lugar y saben mejor que nadie leer las montañas y su clima. No es una labor solo de hombres, ya que toda la familia es parte del trabajo, y las mujeres arrieras también se han abierto camino en este oficio.

A caballo y mula reparten las mochilas de los montañistas e inician su ruta. Toman decisiones durante el viaje, velando por la seguridad del grupo, dan consejos sobre respetar los senderos y no contaminar con basura, además de relatar historias para amenizar el viaje. Luego de los días acordados, los arrieros regresan a buscar al grupo y los guían nuevamente en el descenso seguro.

Las y los arrieros son un patrimonio nacional, parte de la cultura de montaña y hoy perfeccionan su labor para qué sea más sustentable, capacitándose en ganadería holística, primeros auxilios en zonas remotas, e idiomas.

En la Semana Internacional de la Montaña 2024 compartimos un panel con un grupo de arrieros, entre ellos Francisco Gallardo y su hija Evelyn, de la zona de Farellones; y los hermanos Gerardo e Ismael Ortega, del Cajón del Maipo. El mensaje fue unánime: llamaron a respetar y amar la montaña, y regresar a casa con todos los desperdicios que genere la expedición. 

“Es importante el cuidado de la montaña, tenemos glaciares, ahí nace el agua y hay que cuidar el medio ambiente. En el Cerro El Plomo, por ejemplo, hay mucha basura, porque muchos montañistas no tienen esa responsabilidad. Se llevan una mochila de 25 kilos y serán 10 ó 15 de comida. De vuelta serían 5 kilos de basura y no son capaces de traerla”, reclama Ismael Ortega, cuya familia lleva alrededor de 120 años en la zona de El Cajón del Maipo.

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Sobre su oficio, cuenta que antes se enfocaba más en la ganadería y ahora es mayoritariamente turístico. Se dedica a guiar y acompañar a turistas que quieren internarse en la montaña. Acomoda las mochilas en mulas y junto a su caballo les abre camino. “Los acompaño, algunos deciden ir sin caballos, pero en la montaña se arrepienten. Yo los ayudo, hay que ser simpático, contarles historias, como de la momia del Cerro El Plomo, porque mucha gente no sabe”, explica.

Papá e hija arrieros

Francisco Gallardo, de la zona de Farellones, le enseñó el oficio a su hija Evelyn, y la llevó a la montaña por primera vez a los 7 años. “Me gusta mucho el trabajo del arriero, aunque es esforzado. Yo ahora estoy más dedicada a dar clases de esquí, pero siempre que puedo retomo como arriera. Mi papá se sabe los senderos de memoria, y los caballos también, puedes soltar las riendas y ellos llegan a destino. Nosotros acompañamos a los montañistas en su ruta, llevamos su carga en nuestras mulas, todo bien distribuido para no dañar al animal. Se usan aparejos, y a veces nos llaman para ayudar en rescates. Sobre todo a mi papá”, cuenta Evelyn, quien además de arriera es profesora de esquí.

Su padre, Francisco, cuenta que en su familia hubo distintas generaciones de arrieros. A él le enseñó el oficio su abuelo. “Para ser arriero se necesitan muchas cosas como tiempo, paciencia con los animales, con la gente, ser responsable y astuto. Me encargo de que el peso de carga sea el adecuado para mis animales, aunque a veces los montañistas quieren pasar más peso y yo les advierto altiro que no, porque si un animal se daña y no puede continuar arriba en la montaña, todos salimos perjudicados”, dice.

Y también insiste en educar, practicando el turismo sustentable y responsable. “Cuando voy a la montaña me traigo toda mi basura, cosa que no hacen todos los montañistas.  Hace unos 15 años limpié el cerro El Plomo con un amigo, sacamos 39 bolsas de basura. Si tengo que pedirle algo a la gente es eso, que no contamine la montaña y que, si nos contrata para acompañarlos en su viaje, sean respetuosos y nos hagan caso, porque nosotros sabemos mejor que nadie las rutas y cómo se comporta la naturaleza, los vientos y la neblina.”

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